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Siguió corriendo sin parar

Por Carlos Pacheco

 

En 1983, el Westfield Group de Australia, una corporación con más de 100 shopping centers en todo el mundo, organizó una de las más duras ultramaratones conocidas hasta el momento. La largada era en el shopping Westfield Parramata en Sydney y la llegada en otro shopping, el Westfield Doncaster, en Melbourne. La distancia era de 875 kilómetros y se estimaba que a los corredores les tomaría entre 6 y 7 días cubrir la distancia.

En este tipo de carreras participan generalmente atletas muy jóvenes, por debajo de los 30 años, quienes además son respaldados por grandes marcas, lo que les permite entrenarse con intensidad y equiparse de la manera adecuada.

En el momento de la partida, apareció un señor, con un overol y botas de trabajo. Era de edad avanzada (luego se supo que tenía 61 años) y su aspecto era el de un rudo campesino. Muchos creyeron que era un curioso, un espectador más.

El hombre se dirigió a los organizadores, se presentó por su nombre, Cliff Young, recogió su identificación y se sumó al grupo de jóvenes corredores.

Algunas personas se acercaron a explicarle que se había equivocado, que se trataba de una carrera durísima, que él no tenía edad para resistir tanto esfuerzo físico y que carecía del equipo adecuado para correr. Le hicieron saber que era imposible que pudiera completar la carrera. El dijo “Sí, yo puedo” y contó que había crecido en una granja donde criaban más de 2000 ovejas pero no tenían caballos ni tractores. Cuando una oveja se perdía él salía a buscarla y había estado hasta 2 y 3 días buscándola.

La carrera comenzó y los atletas profesionales dejaron a este insólito participante muy atrás. Young corría de una forma desgarbada y arrastraba un poco los pies, lo que alimentó más la idea general de que Young resistiría poco tiempo.

Se hizo de noche, luego salió el sol. Debido a la dureza y la larga duración de la carrera, los corredores profesionales habitualmente corrían en esa época unas 18 horas por día y dormían 6 horas.

Pero Young no. Hay dos versiones. Una dice que se acostó a dormir, pero quien lo acompañaba se equivocó y lo despertó antes y durmió sólo 2 horas. Otra es que no sabía que los corredores profesionales dormían al fin de la jornada y siguió de largo. En lo que sí hay coincidencia es que luego de esa primera noche, tomó la decisión de no dormir más hasta llegar a la meta. Con 61 años y sin entrenamiento, corrió sin detenerse 875 kilómetros y no durmió durante más de 5 días.

Con el pasar de las horas, mientras los demás descansaban en la noche y él seguía corriendo, Young acortó distancia, luego los pasó y finalmente los superó por casi 10 horas. Llegó primero con un tiempo de 5 días, 15 horas y 4 minutos. Al segundo le tomó 6 días y 1 hora, y al tercero 6 días y 5 horas.

Young desconocía que el ganador recibiría un premio en dinero. Se sorprendió cuando le entregaron $10.000 y lo repartió con otros corredores.

Su proeza se convirtió en una historia de inspiración para toda Australia y Young se convirtió de un día para otro en una celebridad.

Mientras tuvo salud, siguió corriendo. En 1997, con 76 años, corrió 6520 kilómetros con el objetivo de batir el récord australiano de 16.000 kilómetros, pero tuvo que abandonar porque enfermó el miembro de su equipo que lo acompañaba de forma permanente. Poco después él enfermó de cáncer y cinco años después, a los 81 años murió en su hogar, en Queensland.

Su forma de correr, conocida como “Young-shuffle” (se podría traducir como “Arrastre de pies de Young”) con el tiempo se descubrió que era una forma muy eficiente para correr, con la que se ahorraba energía y hoy es una técnica usada por muchos corredores de élite de largas distancias.

El bajo perfil de Young puede hacer creer a muchas personas que ganó porque ganó, sin proponérselo, sin darse cuenta. Según John Toleman, que fue el director responsable de la ultramaratón de 1983, Young “quería ganar” y cuando “comenzó a liderar la carrera corrió como una liebre asustada. No quería parar. Todos decían: ‘Este viejo en cualquier momento revienta’. Él siguió corriendo. Corrió más de 320 kilómetros en 2 días. No quería parar”.

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 Imagen: Cliff Young en 1983.

19.-Cliff-Young

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