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No hay edad para soñar en grande

Por Enrique Baliño

Desde hace pocos días está disponible en librerías “No hay edad para soñar en grande”, libro de Raúl López Barrera y Carlos Pacheco. Tuve la alegría de escribir el Prólogo, que lo comparto con ustedes. 

 

raul libro

 

PROLOGO

A Raúl lo conocí tarde en mi vida. Me hubiera gustado haberlo conocido mucho antes.

Nos presentó una común amiga, que fue su paciente durante varios años. Ella fue operada de cáncer en una clínica de EE.UU. Le extirparon toda la cadena ganglionar de una de sus piernas y quedó con un importante edema que le impedía caminar normalmente. A su regreso a Uruguay consultó a Raúl, que estudió su caso, le diseñó una bota especial, absolutamente original, y la trató durante un tiempo. Finalmente, logró caminar bien y más tarde correr. Dos años después, ella, preocupada, sin saber cómo encarar la conversación, le dijo: “Raúl, no sé cómo decírtelo, pero sabés que creo que no necesito más de tus servicios. Puedo seguir sola”. La respuesta de Raúl fue: “¡Es la mejor noticia que me podés dar!”. En ese momento ella ya corría 5 kms con él casi todos los días de la semana.

Con mi amiga trabajábamos juntos y un día me comentó lo de Raúl y su tratamiento. Yo sufría mucho por mi maltrecha rodilla, que me operaron dos veces y ella me dijo que Raúl me podía ayudar. Le expliqué que lo mío era “distinto”. Que no era posible mejorar y que le agradecía mucho. (Ahora, cuando lo escribo, me doy cuento que “suena” parecido a lo que dice mucha gente que utiliza la excusa de “Enrique, mirá que nosotros somos distintos” jajaj). Ella insistió y me sugirió que lo llamara. En la siguiente reunión de trabajo, me preguntó si lo había llamado. Le dije que no.

Ella no se dio por vencida y habló con Raúl. Le explicó que tenía un amigo con un problema en la rodilla. Se lo explicó a Raúl, pero él no le prestó mucha atención. Tras insistir, Raúl, le preguntó:

-¿Quién es tu amigo?.

– Enrique Baliño –le dijo ella.

La reacción de Raúl fue inmediata.

– ¿Quién? ¿Enrique Baliño? ¿Pero por qué no me dijiste antes?… ¡Por supuesto que lo atiendo! ¿Vos sabés quién es Enrique Baliño?

– Sí, claro –le respondió ella.

– Es un gran atleta, un super-dotado, ¡un excelente jugador de basket! –dijo Raúl

– Sí, creo que sí –dijo ella-, me parece que jugaba al basket y al vóley, no?.

– ¿Cómo que “creo”? –la rezongó-. ¡Baliño fue medalla bronce en las Olimpíadas!

Fue ahí cuando mi amiga se dio cuenta de que no estaban hablando del mismo Enrique Baliño. Raúl estaba hablando de mi padre.

– Ah –dijo Raúl con cierta decepción-. Es el hijo… bueh, decile que me llame.

Finalmente ella me convenció y lo llamé. A partir de ahí fue todo aprendizaje para mí. El primer día me citó a las 6:00 de la mañana en un gimnasio. Era pleno invierno, todavía noche cerrada. Raúl había ido en su moto. ¡Con ese frío! Nos presentamos y después de contarme alguna anécdota de su admiración sobre mi padre, me miró y me dijo: “Sos un desastre, ¡te abandonaste! Vamos a empezar a trabajar.” Buscó una pesa pequeña para poner en la máquina donde me iba a enseñar lo que debería hacer. Me explicó el ejercicio con lujo de detalles y una vez que vio que podía hacerlo, me indicó un set de repeticiones. Cuando vio que lo estaba haciendo bien, me dijo: “¿no te importa si mientras vos hacés eso, yo hago mis ejercicios?” Le dije que “no, por supuesto”. Tomó una barra y empezó a poner enormes pesas en ambos extremos para hacer ejercicios para el pecho. Me dejó helado. “Él tiene 20 años más que yo!!!”, pensé. Me dio una lección de lo que se puede hacer. Me mostró lo que uno puede lograr si se lo propone de verdad.

Estos cuentos, como el de la recuperación “milagrosa” de mi amiga, de la mía, abundan en los más de 81 años de vida de Raúl. Pero él no sólo ha ayudado a las personas con problemas físicos. Es un entrenador que ha trabajado en diferentes deportes y ha entrenado a los mejores deportistas de nuestro país. Fue el entrenador de César Bernal y Néstor Iroldi, varias veces campeones mundiales de Pelota Vasca. Fue el preparador físico de la selección uruguaya de rugby y de la selección de basket. Ha entrenado a varios deportistas en disciplinas del atletismo. Conozco a muchos excelentes deportistas que, cuando les menciono a Raúl, siempre lo recuerdan con enorme cariño y admiración. Y todos están profundamente agradecidos por su ayuda.

Raúl ha sido y es alguien que no sólo nos ha curado o entrenado. Nos ha inspirado.

Durante mi tratamiento con Raúl logré recuperar mi rodilla (antes no podía estar más de una hora de pie sin que apareciera dolor, hoy estoy bárbaro) sino, y esto es mucho más importante, que tuve la oportunidad de hablar con él y aprender mucho más sobre las actitudes y sobre los éxitos. Aprendí sobre la disciplina y sobre la necesidad de recibir ayuda de los otros.

Soy un agradecido a la vida por la oportunidad que me dio de conocerlo y de poder disfrutar de su compañía, de tocar la guitarra y cantar con él, de reírnos y de aprender constantemente de su enorme trayectoria y de su fino análisis.

Soy un convencido, casi fanático, del trabajo en equipo. Sé, porque lo he experimentado una y otra vez, que es la única herramienta para lograr grandes cosas es un equipo de alto desempeño. Hasta las estrellas más rutilantes, inclusive las que vemos en el arte (cantantes, pintores, etc.) no han logrado estar donde están solamente  por sí mismos. Obviamente que si uno no pone lo mejor de sí, es imposible lograr resultados. Pero en este libro, Raúl nos cuenta una historia de superación personal y al mismo tiempo nos dice: “no es posible salir solo”. Su historia es la de un hombre que vivió cosas buenas, pero también pasó por momentos muy difíciles. El libro comienza narrando una situación límite, donde casi muere, y termina unos años después, cuando se consagra campeón mundial senior de garrocha y decatlón.

Tiene razón. Yo no hubiera “salido solo” de mi problema de rodilla. Necesitaba un equipo. Y ese equipo fuimos Raúl y yo.

En mi libro “No + Pálidas”, en el capítulo sobre actitud de equipo, bajo el subtítulo “Determinación, técnica y disciplina”, hablé sobre Raúl. Escribí: “Tengo una rodilla muy maltrecha y desde hace tres años que trabajo en su recuperación con Raúl López Barrera, mi personal trainer. En muy poco tiempo me enseñó a dominar mejor mi cuerpo, pero mucho más que eso. Me dijo: ‘Si lo dejás, él va para donde le resulta más cómodo’. También me dijo: ‘Tiene memoria’. Para llevarlo hacia donde debe ir, me explicó, es necesario hacer los ejercicios y tener una disciplina férrea de trabajo sistemático, exigente, que ayude a subir un peldaño por vez, a ‘elevar la vara’”.

Raúl ha sido y es un ser especial. Ha ayudado a muchísimas personas a superar sus obstáculos, a superar sus miedos y a “viajar” a nuevos niveles que, a priori, muchos pensaron que no era posible. Nos ha inspirado con su palabra, pero lo  más importante, no ha inspirado con su ejemplo.

Creo que Raúl no es consciente de todo el impacto positivo que produce en los demás. Tiene una gran capacidad para ayudar a las personas a crecer, no sólo desde el punto de vista físico, sino personal y hasta espiritual. Uno sabe que puede contar con él. En resumen, Raúl es un gran Maestro. E insisto, no sé si el es consciente. Siempre está dispuesto a ofrecer todo lo que sabe. Sin egoísmo.

Quizás una de sus más grandes virtudes es su incansable pasión por aprender y seguir creciendo. Eso sólo lo hacen los que tienen la humildad como valor, la humildad de los hombres sabios. Ha vivido siendo genuino. Ha vivido desplegando su ser en todas las dimensiones posibles. En su cumpleaños de 80, junto a unos cuantos amigos, cantó “A mi manera”, que es la canción que quizás más lo represente.

Desde hace muchos años le vengo hablando a Raúl de que tiene que escribir un libro. Desde que lo conocí estoy convencido de que era necesario que transmitiera, de una manera didáctica, lo que él aprendió y vivió en su intensa vida para que muchos mas lo puedan disfrutar (no sólo aquellos que tuvimos la enorme dicha de conocerlo personalmente). Un día le sugerí que conociera a Carlos, porque estaba seguro que lo podía ayudar. Me alegré mucho cuando supe que congeniaron rápidamente y que se pusieron manos a la obra. Me congratulo de haber convencido a Raúl, y de que Raúl lo haya elegido a Carlos para escribir este gran libro que, sin duda, ayudará a mucha gente. 

Enrique Baliño

Montevideo, 17 de mayo de 2015

 

Imagen: Raúl López Barrera ensayando salto con garrocha bajo la atenta mirada de Sofía López, su hija (febrero de 2009).

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