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La Anciana

La Anciana | Ver Otras Historias

(Seudónimo: El Pasajero)

 

El avión está llegando a Santiago de Chile. Me maravillo de la inmensidad de paisaje que puede contener una pequeña ventanilla de avión.

De repente, entre la bruma trasandina, aparece la increíble silueta del Aconcagua con su pico nevado como un santuario blanco sobre los valles.

Regreso de un sencillo pueblo donde las casas vienen bajando por el cerro hacia la costa formando una esperanzada tribuna  para recibir y despedir a sus pescadores y sus barcas….

Hoy ya no están.

La marea de la desocupación se llevó sus ilusiones y les devolvió una resaca de miseria.

Miseria que genera bronca. Bronca  por sentirse reiteradamente postergados. Furia que se descarga con piedras e insultos sobre el coloso de energía que llegó desde Europa .

 Recorrí esas calles con esa bruma de fantasmal belleza,  con la inquietud de lo desconocido y la reacción de sus habitantes..

 Sin embargo los rostros no eran de furia, sino de una digna y triste serenidad dentro de su desesperanza constante…

Y los más viejos ya no quieren sobrellevar más fracasos y se quedan esqueleto y polvo  en la tierra, paseando su ángel de consuelo por las veredas, sobre sus vecinos….

Una tarde volvía al hotel agradeciendo la invitación y escapando de una noche de diversión que no era para mí. Las calles y veredas de la hermosa ciudad de Concepcíon eran un sendero de reflexión para mí.

Me sacó de mi concentración una anciana con ropa muy humilde que venía  caminando hacia mí por la vereda.

-Necesito algo de comer ¿usted me podría ayudar? – me dijo suavemente.

Tenía el dinero destinado  a esa postergada diversión y se lo dí.

-Espero que le sirva –le contesté.

-Sí, claro que sí, gracias., en el cielo nos acordaremos de Ud. en su momento – me dijo con una sonrisa.

Se alejó lentamente y yo seguí caminando. Sólo dos pasos y me di vuelta pensando que podría necesitar algo más.

 

Pero ya no estaba.

No podría haberse escondido, no había ningún lugar para eso. Que corriera, tal vez, pero la hubiera visto. Sólo me separé 3 metros.

Me quedé parado, mirando alrededor, extrañado, no podía moverme.

Era un hermoso atardecer. Miré el cielo acordándome de su respuesta, pero más de su rostro. Era paz en cada una de sus arrugas, pero sus ojos parecían cobijar a las personas en esa paz.

Volví a mi habitación del hotel y me quedé largo tiempo sentado en la cama  pensando que realmente había sucedido y no era ningún sueño.

Sonó el teléfono. era mi esposa de Buenos Aires diciéndome que mi hermano había salido del coma y estaba bien, comiendo ávidamente y preguntando todo. Eran las nueve de la noche.

Le pregunté a qué hora había despertado  y me dijo que fue a las 7 y media de la tarde.

A esa hora me había encontrado con la anciana….

Fines de Febrero del 2009. Regresaba  a Buenos Aires, dos días después de aquel encuentro. Desde la altura, otra vez la pequeña ventanilla me permitía el paisaje sublime de las montañas de la Cordillera.

Pensaba en los ángeles que comparten nuestras vidas y a veces se nos presentan…

 

Hoy la furia de la tierra castigó duramente al país vecino.

Ojalá que la anciana siga caminando por esas calles  de Concepción y en medio de la desolación se acuerde en el Cielo para mitigar el dolor…

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