No más pálidas: la contracara pública | Ver Otras Historias
(Seudónimo: María)
Como suele ser de estilo, lo que ha de contarse le sucedió a una amiga, de nombre – digamos … – María.
María es abogada (de esas que realizan un curso de actualización al año), Magister en Derecho Económico, funcionaria de una Intendencia Departamental de las que habitualmente son noticia, y tiene veintinco años de una carrera funcional escalón por escalón
que la llevó a acceder – concurso mediante- a un puesto gerencial. Pero – como en toda historia que se precie de tal, debe
haber un pero – unos seis años atrás, en el marco de una racionalización de los servicios las nuevas autoridades comunales entendieron que el asesoramiento técnico de María ya no era necesario en el área económica y la transfirieron a otro servicio. (Sólo que apenas dos meses después contrataron a una colega de María, recién egresada, para hacer el trabajo que la Magister había abandonado contra su voluntad.)
Así las cosas, María fue a dar con sus huesos a un nuevo sector, el de asuntos litigiosos, donde nunca se había desempeñado antes en toda su trayectoria
y donde las estadísticas de gestión no resultaban muy alentadoras. Entendámonos: María no es ni una heroína ni una “naba” y sabe
bien que su salario no depende de su eficiencia. El detalle está en que: a) a ella, como a cualquier abogado que se precie de tal, no le gusta perder juicios; y b) hay valores que María aprendió en su infancia de sus padres, que supieron ser Funcionarios Públicos con Mayúsculas.
Pero volviendo al cambio de funciones, había que considerar que tratándose de una Intendencia de proporciones, gran parte de los asuntos litigiosos a atender tienen cierta envergadura, lo que equivale a litigar contra abogados provenientes de estudios
jurídicos prestigiosos y solventes, tanto en el sentido económico como en el técnico. Como no todas eran pálidas, María contaba con un gran capital humano con el que pudo conformar un reducido pero valioso equipo de trabajo. Con ese equipo organizó recursos escasos, reunió información, actualizó conocimientos y salió a la cancha, con la convicción generalizada de que el éxito sólo se consigue con el esfuerzo sostenido día con día y que no hay mayor satisfacción que sentirse partícipe y – por qué no – protagonista de los
resultados obtenidos en beneficio del cliente. Muy paradójicamente, en todo el período durante el que
desempeñó ese puesto los mayores obstáculos de gestión provinieron siempre de su cliente y defendida. Primero y principal, por la tendencia casi autodestructiva del staff decisor de tomar – aún teniendo otras opciones – decisiones al borde de la legalidad (las más difíciles de defender). Y segundo, por los constantes obstáculos de gestión. Así, en una actividad constantemente regida por los plazos, si María y su equipo necesitaban contar con información
indispensable a la hora de contestar una demanda, debían insistir en su solicitud enviando incontables oficios y correos electrónicos. Y ni hablar de disponer de fotocopias, locomoción para los traslados o papel sin el membrete comunal (¡vaya capricho de los tribunales el de no aceptar escritos que lucieran el vistoso logo de la Comuna!).
Según María, su experiencia litigiosa en la Administración Pública pueden resumirse narrando los acontecimientos de una sola jornada:
“Desde un principio, resultó en extremo difícil lograr que las autoridades de turno comprendieran que una eventual incomparecencia injustificada a una audiencia sólo podía redundar en perjucio de la Administración. Nunca teníamos certeza – hasta el día anterior a la fecha fijada con varios meses de antelación- de contar con un vehículo para realizar el traslado hasta el Tribunal. En una de esas primeras ocasiones en que se nos informó que no había vehículo disponible, al realizar el trayecto en ómnibus por la Ruta Nacional No 5 de los escasos cuarenta y cinco quilómetros que separan a la Intendencia de la Capital sede del Tribunal, no pudimos evitar intercambiar miradas de estupor: ¡¡¡estábamos rebasando a una camioneta doble cabina, ocupada únicamente por su conductor que – con el escudo de la Comuna pintado en sus laterales-, estaba afectada a la inestimable tarea de transportar lo que a simple
vista parecía ser UN MODESTO COLCHÓN DE UNA SOLA PLAZA!!!…”
“Ya en destino, aguardábamos el llamado del Tribunal cuando no pudimos evitar oír la conversación sostenida por dos mujeres que, en la misma antesala, charlaban en un tono de voz algo elevado para la ocasión. Una, abogada de la parte contraria, tranquilizaba a la otra ( su testigo), más o menos en estos términos: “No te preocupes, nadie te
va a preguntar nada. Por la Intendencia nunca vienen. La Intendencia nunca se defiende”…
El interrogatorio de esa testigo fue extenso, así como los de los demás testigos presentados por el prestigioso Estudio que representaba a la importante Empresa litigante. Y cinco años y diez meses después, la Comuna (y nosotros sus funcionarios/as, y todos
los contribuyentes que pagan por sus servicios) ganamos el juicio.”
Ahí termina María el relato de esa jornada, sucedida -a su debido tiempo – de una larga serie de resultados favorables que revirtieron las estadísticas generadas
en muchos años de pálidas…
Sólo que, en la realidad de las cosas, ganar o perder poco parece importarle a esa especial y veleidosa cliente que es la Administración.
Transcurridos seis años, un curso gerencial íntegro en el que la Magister María reafirmó los principios que ya guiaban su desempeño (los mismos que la Administración persiste en ignorar pese a impartirlos a sus funcionarios) y dos acciones judiciales que la tuvieron como demandante, María recuperó su puesto y sus funciones… Pero aún así, la Administración ha entendido imprescindible recontratar a aquella joven colega suya (ahora algo más experiente) por un precio cuatro veces superior al que paga a la Magister, con el objeto plasmado a texto expreso de que pueda finalizar (¿?) las tareas que – pese a los años
transcurridos- aún no ha podido concluir…
(Por supuesto y de más está decirlo , cualquier parecido de esta historia y/o de sus personajes con la realidad sólo puede ser atribuíble a una mera coincidencia…).
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