Vientos de Cambio | Ver Otras Historias
(Seudónimo: adrianavuela)
Seguridad. Una de las cosas más apreciadas, y también más esquivas.
Es sorprendente cómo los seres humanos la buscamos, incansablemente, aún cuando casi no nos damos cuenta. Y qué difícil se nos hace asumir que se escapa…
Eso fue lo que sentimos mi esposo y yo, cuando después de 22 años de trabajo en una empresa multinacional, nos dieron a optar entre el regreso a nuestro país de origen con un excelente puesto asegurado, o el retiro voluntario de dicha empresa.
La opción de seguir era más que interesante, implicaba una continuidad después de tantos años, una buena retribución económica, la tan ansiada estabilidad y la supuesta seguridad.
Por otro lado, y desde una perspectiva que estaba muy lejos de ser segura, y- según varios- sensata, surgía la necesidad de enraizarnos en este fecundo país.
Uruguay, cuya tierra y, sobre todo, cuya gente aprendimos a querer en los años que habíamos estado residiendo y compartiendo experiencias, se presentaba como un futuro posible. Tanto tiempo habíamos estado recorriendo el mundo, con nuestras hijas a cuestas y ésta era la primera vez que nos miraban con sus ojos, llenitos de emoción y lágrimas, pidiéndonos que no las trasplantáramos más.
Sí, la decisión no era sencilla: seguir en la senda conservadora, donde todo “aparentemente” marchaba sobre ruedas, o apostar a un sueño de cambio…bien entrados nuestros 40 años.
Cambio profundo. Cambio de aire. De gente. De espacios y cosas queridas. De rincones y vueltas de esquina, para volver a empezar a aprender, con ineludibles nostalgias para transitar y aceptar con serenidad. Sostener la distancia a la familia de origen, a pesar de las caras raras, incomprensiones y añoranzas. Abrirse paso con el machete de las ganas y la buena voluntad, aceptando rechazos y fracasos, muchos miedos e incertidumbres, pero con la frescura y la convicción de sentir que estábamos siguiendo un sueño que nos dictaba el alma.
Varios años pasaron ya desde ese momento, y HOY no podemos más que agradecer el haber aceptado el desafío.
Y así empezamos a construir, en la tierra y en el aire, guiados por nuestra intuición.
Aprendimos mucho. Como personas, como familia, trabajando juntos, en equipo.
Dedicamos mucho esfuerzo y energía a esta nueva búsqueda.
Desde la redacción de currículums e innumerables presentaciones formales, hasta volantes entregados en mano, diseñados e impresos entre todos.
Inventamos cosas para hacer. Muchas y diversas. Desde una consultoría a cocinar viandas. Cada uno dedicaba su tiempo, daba su opinión, la cual a veces era discutida o rechazada, tímidamente o con vehemencia. Fue tiempo de ejercitar la paciencia y la perseverancia, mientras sembrábamos posibilidades, y los tan ansiosamente esperados resultados tardaban en aparecer.
Aún en medio de las dificultades era sorprendente darse cuenta cómo esta búsqueda, este remolino de ideas, abría espacios de conversación que no hubiéramos imaginado nunca, y luego de ratos de charla nos dábamos cuenta de que no éramos los mismos: habíamos recorrido muchos caminos, empinados y a veces muy ríspidos, pero siempre juntos, con un claro objetivo que todos compartíamos, cada uno a su manera, y eso nos hizo muy bien.
¿Quién lo hubiera pensado, verdad?
Mi esposo estuvo sin trabajo estable por más de 2 años, sin sentirse abrumado por la situación. Buscando por lugares impensados, haciendo de la creatividad un recurso siempre presente, yo logré un trabajo full time. Esto fue una experiencia muy enriquecedora para ambos, porque pudimos comprobar que teníamos la capacidad y la flexibilidad, gracias a un gran amor y muchas ganas, de cambiar roles y hacerlo bien, a pesar de las innumerables resistencias que con el tiempo seguían apareciendo.
Nuestras hijas pudieron ver que tanto su papá como su mamá podían desempeñarse en ámbitos diversos, lo cual les abrió enormemente su visión en perspectiva, respecto a las diferencias y posibilidades de desarrollo también en relación al género.
Completaron, viéndolo cada día en su propia casa, la imagen de lo que un hombre y una mujer pueden hacer, con trabajo, responsabilidad y fuerza: cambiar su historia, ser diseñadores de su destino.
Y descubrieron, en cada actitud y cada obstáculo, la importancia del trabajar juntos por un mismo objetivo.
Y, como “el éxito es un viaje, no un destino”, los desafíos que se nos presentan hoy son todavía mucho más audaces y comprometidos, pero seguimos proyectando…
Sin dudar, seguimos apostando a la creatividad, a las ganas y a la intuición para seguir, paso a paso, ADELANTE, en el camino de nuestras vidas.
Montevideo, septiembre de 2012
Suscríbete para recibir más contenido Anti-Pálidas a tu inbox.
Comments
Loading…