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No Más Excusas, Quejas, Pálidas

Cuatro Actitudes Para el Éxito de Enrique Baliño

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Un poco de frustración … no viene mal

Por Fernanda Fontes

En el colegio que van mis hijos, cuando un pre-escolar festeja su cumpleaños, se acostumbra a que el protagonista se pare en el pizarrón y que cada compañero pase a entregarle el regalo y adivinan entre todos qué es.

El pasado año sucedió algo diferente a la hora de entregar los regalos. La maestra dejó para lo último una gran bolsa que entre 6 compañeros le entregaron a mi hijo Gastón. El regalo era un muy buen par de championes (zapatos deportivos) y una muy buena pelota de fútbol, y aclaro que acá lo importante no es la marca, sino la idea… el gesto. Gastón tenía 13 compañeros en la mañana y otros 19 en la tarde.

Yo me sentí gratamente sorprendida por lo original de la idea y me fui a casa pensando en eso.

Llegué y me senté a hacer el cálculo de lo que gastaba al año en regalos entre mis dos hijos. Gastón tiene 32 compañeros y Guillermina 24. O sea debo comprar al año 56 regalos que, a un promedio de $250 o $300 (USD 10-12), suma la módica cifra de $16.800 (USD650-700), lo que equivale a la reinscripción para este año.

Así que les escribí una carta a los padres, primero para agradecer todos los regalos, segundo para destacar la idea de ese grupo de padres y tercero para proponerles implementarlo oficialmente para este año.

Es que a mí como madre me revela ver niños (por suerte no es el caso de Gastón) que no demuestran la más mínima emoción al abrir los regalos y se automatizan abriéndolos, dejándolos a un costado y pidiendo el siguiente, sin mostrar un mínimo de felicidad, sorpresa o desilusión en el caso de tenerlo repetido. Nada, cero emoción.

Entonces propuse que para este 2015 hagamos eso: reunir entre todos el dinero, que sería a razón de $150 por alumno (la mitad de lo que gastaba) y le consultáramos a la mamá del niño ¿qué necesita?, ¿campera, jogging, zapatos, championes? etc. y, por supuesto juguetes, con la plata recaudada.

La consigna es comprar cosas que sean útiles, que el niño necesite y que perduren. Porque hay que ser realista: los juguetes que se compran por $250 son de una calidad que no dura mucho.

De esta manera lograríamos varias cosas:

– Hacemos regalos útiles, perdurables.

– No los atiborramos de regalos que durarán un suspiro.

– Ayudamos que el niño no pierda la capacidad de asombro.

– Permitimos que el niño desee un juguete, que anhele algo.

– Y en el caso de no recibir lo deseado, que experimente la “sana frustración” de entender que no siempre podrá obtener todo en la vida, y eso lo estimulará.

Realmente llegar a casa y ordenar los 32 regalos que recibió Gastón me preocupó mucho, porque no quiero criar a mis hijos de forma equivocada. Y muchas veces los mayores somos los que “corrompemos” a nuestros niños, comprándoles demasiadas cosas, adelantándonos a la edad para recibir ciertos regalo (celulares, tablets, etc). Así que la reflexión debe partir desde nosotros y ponernos de acuerdo qué clase de hijos queremos criar.

Para mi felicidad y tranquilidad este grupo de jóvenes padres adhirió de inmediato a la propuesta. Así que en este 2015 algo va a cambiar y espero que no sea para mal.

Tengo la intuición, la certeza, de que nuestros chicos en algún momento nos lo agradecerán. 

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