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En el libro “No mas Pálidas. Cuatro actitudes para el éxito” escribíamos:
“En todos estos años he podido comprobar que los individuos que tienen éxito muestran una actitud positiva y la muestran siempre, en todo lo que hacen. Su forma de hablar, sus gestos, su forma de relacionarse, su forma de trabajar es muy diferente a la de los “negativos”.
Lo primero que hay que distinguir es que ser positivo no es lo mismo que ser optimista. El optimista es aquel que espera que el futuro sea mejor. Ante las diferentes situaciones que plantea la vida piensan que va a ocurrir algo bueno y no algo malo. En lo esencial los optimistas esperan que las cosas ocurran, pero no se involucran en ellas. El positivo por supuesto que espera que el futuro sea mejor pero va más allá. Construye el futuro, se atreve a soñar, y además actúa. Se convierte en protagonista. El positivo hace cosas que permiten construir un futuro mejor, que permiten que sus sueños se hagan realidad.
La imagen que una persona tiene del futuro es clave, porque determina las acciones que realizará en el presente. Por ejemplo, un estudiante que está cursando una carrera universitaria está realizando un esfuerzo en el presente (estudiar) impulsado por su visión del futuro: recibirse y ejercer un oficio o una profesión deseada.”
Cuando leo algunas declaraciones de personas en cargos ejecutivos, me viene a la mente una idea sobre la que he reflexionado muchas veces: “hay que estar convencido para hacer que las cosas pasen”.
Hay que estar convencido de que los problemas se pueden arreglar. El primer paso para hacer que algo ocurra es estar convencido de que ese algo puede pasar. Así se hacen los inventos. Así se han movido los inventores. Por esa convicción de que “la cosa se puede hacer”. Eso es lo que defino como actitud positiva: creer que se puede lograr y hacerlo. Los “positivos” están convencidos y hacen su plan para lograrlo. Los “optimistas” esperan. Los “negativos”, ni siquiera esperan, se dan por vencidos por adelantado.
En cualquier posición ejecutiva el asunto es el mismo: si usted, como ejecutivo se dedica a explicar lo complicado del asunto y a echarle la culpa al pasado, está hablando de una época muerta: del pasado. Por favor, hable del futuro. De su plan para corregir la situación, para lograr el objetivo. ¿Cuál es el objetivo? ¿Cuál es el plan? ¿Cómo lo va a ejecutar? ¿Quién va a hacer qué y cuándo? ¿Usted que va a hacer?.
Cuando las personas en posiciones ejecutivas pierden su valioso tiempo (y el de todos los demás) dando explicaciones, están en graves problemas. Lo hacen porque, o no tienen un plan o peor: porque no están convencidos de que la cosa se pueda “arreglar” o que se pueda obtener el resultado buscado.
El pasado nos sirve para aprender y para no repetir errores. Pero, en la vida real, lo único que verdaderamente importa es el presente y futuro y qué es lo que uno va a hacer para lograr sus objetivos.
Por eso me encanta esa frase de Henry Ford: “Tanto si usted piensa que puede, como si piensa que no puede….seguramente tenga razón”.
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