Por Fernanda Fontes
Cada día al llevar a mis hijos al colegio veo a un hombre joven que lleva a sus hijos. Camina con dificultad y usa bastones canadienses. Me hizo recordar, una vez más, un juego que me gusta mucho jugar. El de “intuir”, “fantasear”, “adivinar” cuál podría ser su historia personal.
Este juego lo inventé siendo muy chica en la sala de espera del dentista lugar que, debo confesar, no era de mis preferidos.
Para eliminar la ansiedad y el nerviosismo que me invadía en la sala inventé jugar a adivinar las historias de las personas que llegaban al consultorio y así atenuar la espera y distraer mi cabeza. Lo he seguido haciendo toda mi vida y me encanta cuando puedo confirmar mis sospechas sobre los protagonistas de mis historias, lo que avala mi intuición.
Con este hombre se me volvió a disparar esa vieja costumbre y al verlo con su dificultad pensé en cómo llegó a ese estado, me pregunté si nació así, si fue secuela de alguna enfermedad o de un accidente, si se encargaba de los hijos porque estaría imposibilitado de trabajar o si la mujer seria el sustento de la familia.
El viernes pasado estacioné detrás de su auto y en ese momento pude ser testigo de cuál era en realidad su historia personal.
Se bajó del auto ayudado por sus bastones, abrió el baúl del auto, sacó y desplegó una silla de ruedas, le alcanzó los bastones a su hija mayor para que ella se los llevara, y él apoyado en la silla de ruedas se desplazó con dificultad hasta la puerta del acompañante, la abrió y cargó en sus brazos a su mujer, a quien sentó en la silla de ruedas. A su vez la mujer cargó en su falda al pequeñito de la familia, que estaba con un poquito de sueño y reclamaba su atención. Así de organizados emprendieron el camino que los llevaría hasta el colegio.
¡Uaaauuuu!!!!!!!!!! No hace falta explicar lo que sentí. El corazón primero se me arrugó y luego se me expandió, la garganta se me anudó y no tardaron en caer las primeras lágrimas por mis mejillas. No pude dejar de mirar aquella escena, digna de ser reconocida como una auténtica historia “No + Pálidas”.
Dejé a mis hijos y me fui a casa… emocionada, conmovida, al verlos interactuar con tanta organización, tanta armonía, compasión… ¡con tanto amor!!!!
Llegué a casa, tomé un libro “No + Pálidas” y volví al colegio esperanzada de volver a verlos para poder regalárselo, pero antes les escribí mi confesión: lo emocionada que estaba y que lo escribía porque estaba segura de que no iba a poder decírselos en persona por lo anudada que tenía mi garganta.
Y los vi…. ahí estaban llegando al auto, luego de haber dejado a sus hijos en el colegio. Así que paré, coloqué las balizas y con el auto encendido bajé, los alcancé y me puse delante. Como había intuido, al mirarlos a los ojos, casi no pude articular palabra, así que le di el libro a la mujer, que lo apoyó en su falda y tomándola de la mano, lo único que pude decirles fue que al verlos interactuar como lo hacían, me cayó la ficha de que perfectamente aplicarían para ser protagonistas de un libro que les quería regalar.
Me di media vuelta y me fui.
Ellos quedaron sorprendidos con mi gesto, sonriendo al leer mi confesión y esperanzados en leerlo.
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Fer, todos en la vida por alguna razón tenemos pruebas que el destino nos pone. Muchos buscamos un porque para seguir luchando y otros no lo saben ver o encontrar y se dejan rendir. Creo que esa pareja quizás su mayor razón fueron esos dos niños que inocentemente adaptaron su vida a las nuevas condiciones que la vida les puso, adaptarse a sus nuevos padres que las circunstancias los hicieron cambiar pero no por eso cambio el amor que siempre existió. También creo que los mas afortunados somos los que tenemos una hermosa familia como la que nosotros tenemos, porque eso da fuerza para lo que venga, porque siempre estaremos para cualquiera de nosotros y porque no, para los demás. Me enorgullece tenerte como parte de la mía, te amo. Peta