El trabajo hoy está globalizado y los derechos de muchas personas, en los lugares más remotos del mundo, no están siendo respetados. En julio de 2010, en TED Global, Auret Van Heerden, brindó una charla titulada “Making global labor fair”, en la que analizó algunas iniciativas importantes para mejorar las condiciones globales del trabajo y hacerlo más justo. Aunque su charla ya tiene algunos años, y algunos temas ya han sido abordados e incluso reconsiderados, sigue siendo valioso por sus aportes al debate sobre este tema.
Van Heerden fue presidente de la organización Fair Labor Association entre 2011 y 2013. Comienza la charla describiendo una situación bastante conocida, que es la existencia de operaciones de empresas de países ricos en países con mano de obra barata, como China, Costa de Marfil, Ghana, Zimbawe, Uzbekistán, donde las condiciones de trabajo son inhumanas.
En Estados Unidos, este tema comenzó a generar preocupación y “en los años 90 hubo una serie de escándalos relativos a la producción de bienes de marca en los EE.UU.”, contó Van Heerden. “Trabajo infantil, trabajo forzado, abusos graves de salud y seguridad. Finalmente, el Presidente Clinton en 1996 convocó a una reunión en la Casa Blanca. Invitó a la industria, a ONGs de DD.HH., a los sindicatos, al Departamento de Trabajo y los reunió a todos en una sala y les dijo: ‘Miren, no quiero que la globalización sea una carrera en la cuál se compite a quién da menos. No sé cómo impedir eso pero al menos voy a usar mis buenos oficios para reunirlos a Uds, muchachos, y así llegar a una respuesta’”.
Se creó una comisión de la Casa Blanca. “Las empresas no creían que fuese su responsabilidad. Dijeron que ellos no poseen esas instalaciones. No emplean a esos trabajadores. No son legalmente responsables. El resto de la mesa dijo: ‘Amigos, eso no les quita responsabilidad. Tienen el deber de custodia, de velar por ese producto para que llegue a la tienda desde donde sea, para que podamos consumirlo sin temer por nuestra seguridad, o sin tener que sacrificar nuestra conciencia para consumir ese producto’”.
Llegaron a un acuerdo en un conjunto común de normas y en un código de conducta. Se decidió aplicarlo en toda la cadena mundial de suministro sin importar la propiedad o el control. Lo que se hizo fue incluirlo en los contratos firmados entre las empresas estadounidenses y sus contratistas en países extranjeros. “Fue un golpe absolutamente magistral”, afirmó Van Heerden, “porque aprovecharon el poder del contrato, el poder privado, para entregar bienes públicos”.
Luego agregó, “Y seamos sinceros, el contrato de una marca multinacional con un proveedor en India o China tiene mucho más valor de persuasión que la legislación laboral local, que las regulaciones ambientales locales, que las normas de DD.HH. locales. Esas fábricas probablemente nunca ven a un inspector. Y si viniera el inspector sería sorprendente que pudieran resistir el soborno. Incluso si hicieran su trabajo, e inspeccionaran las instalaciones por sus violaciones, la multa sería irrisoria. Pero perder el contrato de una marca importante, eso sí marca una diferencia, la diferencia entre permanecer en el negocio o ir a la quiebra”.
La charla completa (con subtítulos en español) se puede escuchar haciendo clic en este link.
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Imagen: (Autor: Rodrigo Andrade. Pixabay/Creative Commons)
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