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Tipos de Sangre

Tipos de Sangre | Ver Otras Historias

(Seudónimo: paraguas)

A Eduardo Dangelo, después de 40 años de trabajar de cómico en la televisión, la televisión decidió cambiar y lo dejó fuera de la televisión. Muchos crecieron y rieron oyendo sus pavadas por la televisión.

Dangelo siguió trabajando haciendo teatro, escribía las obras, comedias ligeras, las dirigía y era el actor principal.

Un día se me ocurrió escribirle una obra a Dangelo. Fui uno de los que creció y rió oyendo sus pavadas. La escribí, se la dejé en la boletería del teatro donde estaba actuando y a los días me llamó para decirme que no estaba interesado en hacer mi obra.

Pero un año y medio después me volvió a llamar por teléfono. Me dijo que leyó otra vez  la obra, que le gustó, y que si yo quería podíamos retocarla entre los dos. Acepté encantado. Claro que me dijo que nos íbamos a reunir después que se operara del corazón, tenía que hacerse dos bypass, le iban a sacar venas de un lado para ponérselas en el corazón, él  no quería saber detalles.

Me llamó el mismo día que le dieron de alta del sanatorio, estaba operado y quería ponerse a trabajar. Pensé, ojalá yo llegara a los 73 años, que es lo que tiene Dangelo, con esas ganas y voluntad.

Una semana después Dangelo me llamó para decirme que le dolía mucho el pecho. Se le fueron los efectos de todos los calmantes que le dieron en el sanatorio y pasó de la efervescencia a la depresión o más bien al susto. Estaba asustado. Lo volvieron a internar y a la semana lo mandaron para la casa con la recomendación que tenía que caminar para ponerse bien.

Lo llamé para encontrarnos pero para salir a caminar, Dangelo aceptó y fui a la casa. Resultó que ese día estaba particularmente frío y nos quedamos en la casa y nos pusimos a charlar sobre cómo trabajaríamos. Dangelo ya desde ese día, y a pesar de su dolor, se paraba para interpretar algunos pasajes de la obra tal como le gustaría que fueran

Empecé a ir dos veces a la semana a la casa de Dangelo. Volvía de su casa , cansado y lleno de papeles, con  frases y chistes, que tenía que agregar, corregir o desechar. Dangelo estaba  entusiasmado con la obra y por eso no le bastaban nuestros dos encuentros semanales sino que además me llamaba por teléfono y me interpretaba por teléfono lo último que se le había ocurrido para agregar a la obra.

Dangelo se especializa en el chiste simple, ingenuo. Es por eso que había titulado mi obra “El rey de los chistes tontos”, pero me dijo que una cosa es contar chistes tontos, y los hace porque la gente se ríe de ellos y hasta de los chistes malos solo por la gracia que pone el que lo dice.

Y otra cosa, totalmente diferente, es ponerlo por escrito. Parece como que se le está diciendo a la gente que es tonta porque se ríe de chistes tontos. Ese título no iba.

Yo soy espantoso interpretando. Mi voz me suena aburrida. Por lo que no podía leer frente a Dangelo porque sentía que arruinaba el texto. En cambio Dangelo actuaba siempre lo que escribíamos, no podía quedarse quieto. Yo me divertía mucho oyéndolo decir los textos. Su actuación siempre me convencía, tenía que hacer reír y me hacía reír. Pero estando solo en mi casa, leyendo lo que habíamos escrito, no me gustaba  lo que habíamos hecho y tenía que hacer acrobacias con las palabras para decirle,después, que había sido malo lo que escribimos.

Dangelo al inicio de nuestra relación me dijo: “Yo agarro tu comedia y puedo escribir algo mejor”. Pero un día me llamó por teléfono, yo había reescrito un par de escenas completas y se las di para que las leyera, me llamaba para decirme que no les había agregado nada, que había llamado a un amigo para actuarle las escenas y que al amigo, otro viejo actor, le gustó mucho. Desde ese día dejé de tratarlo de usted y lo tuteaba.

Lo bueno que tiene Dangelo es que nunca se enoja por nada, porque yo, la verdad, me cansaba un poco de decirle que era un viejo. Yo quería poner momentos, en la obra,  donde él pudiera descansar, respirar un poco, estar en el escenario pero dejando a los otros personajes actuar. Tantos años poniéndose al hombro las obras de teatro para mantener su ritmo y  energía , lo habían hecho muy vigilante y necesitaba tener el control de toda la obra. Que no se le escapara nada.

Había diálogos de Dangelo que no me gustaban. A cada rato tenía que decirle: “Esto lo puede decir este personaje tuyo porque tiene 70 años, que un viejo utilice lenguaje de viejo el público lo acepta, pero no se puede hacer que personajes jóvenes usen palabras de viejo”. “ Mi ejemplo era: “Que un viejo diga plomero la gente lo acepta, pero los jóvenes dicen sanitario”. Dangelo me contestaba siempre con: “Si hace reír entonces está bien”.

En la última semana habíamos escrito todas las escenas, una  y otra y otra vez,

Dangelo me llamaba todos los días agregando o quitando frases y como eso no le bastaba

también llamaba al hijo para hablarle de la obra. Su hijo, posiblemente, iba a ser uno de los actores. “No estés tan nervioso”, me decía Dangelo que le decía el hijo para aplacar algo su ansiedad. Dangelo era un tren en marcha que solo se iba a detener el día del estreno.

Una obra en realidad nunca se termina de escribir. Por eso cuando aún estábamos en la etapa de agregarle algún chiste  o mejorar los chistes que tenía la obra, Dangelo empezó a hacer llamadas telefónicas para ir comprometiendo a actores e ir viendo las salas de teatro que tuvieran fines de semana libres.

Cuando estrenamos la obra, Dangelo era un poco más joven y yo un poco más viejo.

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