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Hacen falta más Lourdes

 

Por Fernanda Fontes

Tiempo atrás viví una experiencia que parece salida de una novela de Stephen King. Acompañando a una amiga del alma, tuvimos que recorrer los pasillos del Hospital de Clínicas “Dr. Manuel Quíntela”, y fue todo un viaje, que me sumergió sin pedir permiso en la más cruda y auténtica realidad de la salud y atención pública de Uruguay.

El escenario por momentos no podía ser más macabro: instalaciones con falta de mantenimiento, locaciones abandonadas en ruinas, olores nauseabundos resultado de esa mezcla de desinfectantes y remedio característicos de los lugares como estos. Vi las eternas colas de personas que con cara de estar ahí desde hace siglos y no horas, esperaban resignados a recibir atención. Todo conformaba un marco tenebroso. Fuimos a las 10:00 de la mañana y fue suficiente para preguntarme si me hubiera animado a entrar por la noche.

La llegada a la Cátedra de Estudios sobre Parkinson, agregó un toque más dramático al recorrido. Vi las diferentes etapas de una misma enfermedad, las diferentes intensidades, expresiones físicas, gestos corporales, que me dejaron de cara frente a esta injusta y cruda realidad.

No sé a qué lugar viajé y confieso que no estaba bajo efecto de ningún alucinógeno. Fue una rara mezcla de realidades dramáticas, pero también de actitudes esperanzadoras. Siempre intento, en todo, encontrar lo positivo. Y lo hice esta vez también. En esas dos eternas horas en las que estuve inmersa en esa realidad, me obligué a buscar lo positivo. Era la mejor manera de evitar que todo lo que veía y sentía, muy cruento para mí, terminara haciéndome daño.

Y por supuesto que las encontré y para mi tranquilidad fueron muchas las cosas positivas. Y desde el comienzo. A mi amiga la atendió Florencia, una joven estudiante de enfermería de poco más de 20 años, que oficiaba también de secretaria: daba orden a la consulta de todos los neurólogos que atienden los martes por esta enfermedad.

La segunda alegría y sorpresa fue encontrar a su neurólogo, el Dr. Buzó, que atendía a cada paciente con la misma dedicación que lo hace en el ámbito privado, donde atiende a mi amiga, y donde seguramente trabajaría más cómodo y mejor remunerado.

En estas actitudes es donde se ve al profesional vocacional, el que “baja” a la arena, al ruedo donde está la mayoría, el que no se descansa y sigue acumulando conocimientos, el que deja lado la soberbia de creerse que se las sabe todas y actúa con la humildad de quién reconoce que cada día se puede aprender algo nuevo. Para mí verlo ahí fue confirmación de que mi amiga estaba en muy buenas manos.

Cuando apareció la enfermera que ayuda al increíblemente joven y experiente Dr. Víctor Raggio, me di cuenta que allí no terminaban las sorpresas positivas. Ella le sacó sangre a mi amiga, que será estudiada en Seattle. Desde el principio la trató con una ternura, paciencia y humanidad que me conmovió. Le pregunté su nombre y cuántos años hacía que trabajaba ahí. Me respondió: “Lourdes y hace 35 años. Trabajé 20 años acá, luego me fui 9 años al ámbito de la medicina privada, pero volví,  yo quería esto: el hospital”.

Vi cómo buscó con cuidado la mejor vena y con la suavidad que le pasó el algodón con alcohol. Le pidió perdón a mi amigo por tener que apretarle el brazo con la banda elástica, y le dio consejos para relajarse y para respirar. Agradecí internamente que hubiera gente como ella trabajando en la salud, y en particular en el ámbito público de la salud, gente que conserva aún la humanidad, la sensibilidad, la empatía, la compasión, y nunca mejor aplicado este último vocablo…porque al igual que el título de otro post que publiqué en el blog (nomaspalidas.com/compasion-y-con-pasion/), LOURDES actuaba “Con pasión” y con “compasión”.

No me quedé callada y se lo dije, solo que demoré en hacerlo porque de  inmediato se me anudó la garganta y me corrieron lagrimas por las mejillas, pero le dije todo esto , y le agradecí , le agradecí!!

Antes de irnos le dí un beso sentido y detenido, y un abrazo sentido y detenido y no por cumplido. Ese gesto de mi parte la sorprendió y me dijo: “No tenes que emocionarte ni asombrarte por esto, por como soy, por como hago mi trabajo . Así es como debe ser y ustedes como usuarios deberían de exigir que así fuera el trato para con ustedes… con AMOR.”

Así que además de todo recibimos tremenda lección !!!

Como no me iba a emocionar, a llorar y querer abrazar y agradecer a este ángel personificado. Lo que parecía una novela de terror de Stephen King … terminó siendo otra novela, inspiradora, que bien se podría titular “Hacen falta más Lourdes”.

 

Imagen: Hospital de Clinicas (www.hc.edu.uy)

hc

 

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