por Fernanda Fontes
En setiembre de 2013*, un sorpresivo veranillo me invitó a cruzar a la playa para aprovechar los primeros soles. Mientras escuchaba buena música y leía un libro, mi concentración en la lectura se vio interrumpida por las carcajadas de una niña. Tan contagiosas eran, que me obligaron a ir en busca de tan prometedora “escena”.
Cuando miro, me encuentro con una madre que correteaba con su pequeña hijita por la orilla del mar y cada vez que el agua gélida tocaba sus pies, morisquetas mediantes, provocaba la risa de su hija desde las entrañas.
No fue necesario adivinar parte de la historia de ésta mamá con su hija…Porque eso fué lo que vi: una mamá con su hija, pero lo que sí quería era despejar mi duda: si la niña era africana o haitiana….algo me decía que era esta última opción, la verdadera.
Y no pude con mi curiosidad, así que decidí acercarme a ellas para salir de la duda. Pero antes crucé hasta mi apartamento a buscar un libro de ” No + Pálidas” para regalárselos porque mi corazón me decía que iba a encontrarme con una gran historia, de esas que merecerían ser ejemplo de estas cuatro actitudes y algunas más también.
Historia protagonizada por una mujer, una heroína que nos demostró con su decisión, que no es necesario tener útero y ovarios funcionando con normalidad , para ser MAMA…Sino que lo importante es tener un empático CORAZÓN y mucho amor para dar. Ella se aferró a su sentir y viajo a Haití sin importarle al buscar su hija/o, la edad, el sexo, o el color de la piel.
Ella buscaba una señal que le indicará al CORAZÓN y eso fue lo que sucedió, después de conectar ojos con ojos, la certeza de que Esperancia era su hija del corazón.
Así fue que conocí a Gina y Esperancia. Y una vez más confirmé que mi intuición estaba afinada, que era la correcta. Me acerqué y le pregunté a la mamá de donde era la bebé y le acoté que creía adivinar parte de su historia.
Gina es chilena y hace 20 años que vive en Punta del Este.
Esperancia es haitiana y es una de las tantas niñas que el terremoto del 2010 dejó huérfana y sin ningún familiar.
Gina siempre supo que iba a ser mamá, siempre quiso ser mamá, y para asegurar esa posibilidad guardó en un banco de células madres parte de sus óvulos.
Pero cuando las noticias del terremoto en Haití impactaron el mundo, y las desgarradoras imágenes nos conmovieron a todos, hubo un corazón que aquí en Punta del Este latió más fuerte que nunca y fue el corazón de Gina que recibió el llamado de la maternidad al que ella sin dudarlo respondió.
Viendo la realidad de Haití, que golpeaba a miles de niños, quedando desamparados, sin familias y que eran “depositados” en centros de retención y reubicación, ella sintió que en ese lugar iba a ser madre, que en ese lugar su hijo o su hija la estaba esperando. Y tal certeza fue la que sintió que sus óvulos donó y así fue que se embarcó en la odisea de la “adopción”.
Viaje a Haití
Y fue realmente una odisea. Viajó tres veces a Haití cumpliendo con todos los requisitos, hasta le exigieron firmar una declaración jurada asegurando que el fin de esa adopción no estaría ligada al “tráfico de órganos”.
Y cumplió con lo requerido por Uruguay, pero por ser extranjera la burocracia se redobló, en pos de garantizarle al niño adoptado que su nuevo hogar lo está esperando para ¡amarlo ý ser feliz!
Y es cierto que a todos nos encantaría qué el trámite no fuera tan largo, para que no pierdan la oportunidađ de ser adoptados, niños que crecen. Así que Gina se trasladó hacia su país natal para ahí ¡¡¡si!!! Poder culminar el proceso, que la convirtió en MAMA.
Mientras me contaba los detalles, por dentro sentí pena como mamá de constatar de cerca lo que se sufre desde los dos lados al ver el ejemplo con esta pequeña niña y su ángel de la guarda.
Ella me confesaba…
“- Yo no tenía, no contaba con la plata, que me terminó llevando el trámite. Para mí era mucha plata, pero los recursos, siempre aparecieron y no tengo dudas de que fue la plata que más felicidad me trajo. Fue mi mejor inversión”.
A veces el Universo parece conspirar dando un orden para que las buenas cosas pasen.
Las volví a ver recientemente y Gina me contó que desde hace unos 6 meses que están definitivamente juntas, ella feliz y Esperancia adaptándose de a poco.
Me agradeció mucho el que yo le pidiera permiso para escribir y así compartir su historia.
Como madres las dos coincidimos en que nos desvela el futuro de nuestros hijos y el mundo que le estamos dejando.
Por último me aclaró:
Yo no adopté a una niña…yo rescaté un alma… un CORAZÓN de la soledad…. Un CORAZÓN de la muerte.
¡¡¡Gracias Gina!!!
* Este post lo escribí en setiembre de 2013 y recién lo publiqué hoy actualizado porque aún no estaban aprobados los trámites de adopción.
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