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Contra Viento y Marea

Contra Viento y Marea | Ver Otras Historias

(Seudónimo: El Pasajero)

 

Se conocen desde la infancia cuando él iba de paseo ó en las vacaciones del colegio.

Siempre fue como un hermano mayor para ella y su hermana. Cuidaba  a las dos, pero el rabillo de su ojo estaba en aquella rubia y delgada cabellera y en aquellos ojos verdes. Ojazos inquisidores y transparentes como el mar del sur.

Y crecieron. Ya no es más el hermano mayor, sus manos ya no se apoyan simpáticamente sobre su cabeza de niña, ni rozan sus labios la mejilla con las buenas noches.

Ahora sus manos recorren sensualmente su cintura y su boca busca con pasión debajo de su hermosa nariz.

Querría abrir el delicado cofre  que contiene el secreto milenario y a la vez cotidiano, pero no lo hará. Sabe que sería condenado y él mismo se castigaría por ser tan ingenuamente apresurado.

Tiene tiempo y esperará. No será fácil pero esperará…

 

“María con su voz dulce y audaz de 9 años lo llama porque necesita el nido para sus ocurrencias.

-¡Juan! Vení, sentate.

-¡Señoras y señores, cantaré para ustedes!

Y Juan, como en una platea del Colón, se sentaba a disfrutar de la fiesta del  sonido de su voz y la iluminación de sus ojos.”

 

Ahora necesita cobijar su rostro entre sus manos y sentir su boca muy cerquita para entibiarse con palabras de ternura y gestos de amor, hasta que el beso impide toda palabra, justa ó innecesaria.

Después vino la tormenta, previsible y nerviosa, con grandes olas de familiares molestos que arremetían contra el pequeño bote de su incipiente romance.

Cada ola era el terror y el enojo.

Pero llegó la calma, el mar fue comprensión ó tal vez resignación, no lo sé. Pero siguieron adelante.

Al llegar a la costa, Juan tuvo que responder la inevitable pregunta.

-Sí, ya sé que somos primos, pero ya es demasiado tarde.

Hace poco los volví a ver, estaban radiantes, en el pico más alto en la tierra de la dicha.

Esa montaña fue difícil, sólo ellos guardan las angustias, los días de sol y la oscuridad.

Saben que deben seguir escalando, pero ahora lo harán con sus cuerpos y almas.

Sus manos, unidas, se aferrarán de cada pequeña roca que signifique un poquito más de felicidad.

Ya se han casado. Ahora son una familia para siempre.

Y está bien.

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